La vida es un laberinto en el que uno debe encontrar el camino correcto; si es que lo encuentra. Porque, a saber lo que a uno le va a deparar ese camino.
Cierto día nublado y gris, Caterina se encontró sola del día a la mañana; su marido le había abandonado. Había dejado la vida para vivir la que se supone que es mejor, donde los ángeles te recogen con sus brazos abiertos.
Caterina siempre había dependido de él, ella no tuvo porqué preocuparse por trabajar, pero sí se preocupaba de otras cosas; de las joyas, del poder gastar tanto cuánto deseara, ya que podía permitirselo… pero eso también le conllevó a perderse muchas otras cosas de la vida: las cosas sencillas, de esas pequeñas cosas, detalles y momentos en los que por pequeños que parezcan, son mucho más valiosos que los demás. Y el problema radicaba en que ya era demasiado tarde para apreciar aquellos pequeños detalles, se daba cuenta…
Ahora, se hallaba sola, en un mundo gris y oscuro, que le caí encima como gotas de agua, invadiéndola; empujándola hacia un laberinto, hacia un camino que ella misma había escojido.
Triste, pero cierto…